Puerto Rico es una jurisdicción de ley y orden, con los mecanismos democráticos necesarios para canalizar cualquier agravio que pudiera surgir entre los miembros de la sociedad sin que se necesite llegar a la violencia. Por eso, la Constitución de los Estados Unidos, entre otros derechos, nos garantiza el derecho a expresarnos, libre y democráticamente, sin miedo a la opresión.
Los sucesos de los pasados días, en donde un puñado de manifestantes decide utilizar la fuerza para expresar sus frustraciones, no tienen cabida en nuestra sociedad y deben ser condenados por todos. La lista de eventos violentos asociados a protestas es conocida por la gran mayoría de nuestro pueblo. Todavía se encuentra grabado en la memoria los actos ocurridos en el Jardín Botánico de Río Piedras, donde un grupo de estudiantes irrumpieron una reunión de la Junta de Gobierno de la Universidad de Puerto Rico, privando de su libertad a los miembros de ese organismo, sin ningún otro fin que no sea el provocar a la violencia.
Igual que lo ocurrió ayer en Hato Rey, tampoco tiene razón de ser. Nuevamente un grupo relativamente pequeño de personas desatan el caos y la violencia en nuestras calles. Las imágenes de personas encapuchadas recorriendo las calles, vandalizado propiedad privada y buscando enfrentamiento armado con la Policía nos han dejado marcados.
No hay absolutamente ninguna justificación para eso que no sea una motivación política. ¿Acaso este tipo de demostraciones de violencia se dieron durante el cuatrienio pasado? No. No se realizaron actos de vandalismo mientras la administración de Alejandro García Padilla desmantelaba los sistemas de retiro de los empleados públicos, maestros y judicatura. Tampoco vimos este nivel de intolerancia cuando recortaron beneficios a los empleados públicos bajo la Ley 66. ¿Por qué entonces los vemos ahora? La contestación es más sencilla de lo que pudiera parecer.
Los grupos que apoyan el inmovilismo, esos que desean mantener su finquita colonial por siempre, saben muy bien que sus días están contados. Saben que el pueblo marcha, inequívocamente, hacia la estadidad, la única opción de estatus que garantiza la unión permanente con los Estados Unidos y provee las herramientas para un desarrollo económico sostenible.
Ante esta realidad, estos grupos, que cada vez son más pequeños, muestran sus frustraciones a través de la violencia, incitando a otros a cometer actos de vandalismo con el único propósito de intentar detener la definición final del estatus político de la Isla. Se ven acorralados, perdidos, y no saben que más hacer. A estos que incitan violencia para continuar con el inmovilismo, les digo que esta táctica, como tantas otras que han utilizado por años para evitar que el pueblo escoja su camino, no les va a funcionar.
Como dije anteriormente, cada día son menos y no van a detener la determinación de nuestra gente.